La provincia de Alicante cuenta con verdaderos tesoros en forma de rincones con encanto, entre los que destaca Altea. Esta villa está emplazada sobre un promontorio que linda con la desembocadura del río Algar. En una extensión de 34 kilómetros cuadrados encontramos una variedad de relieves, desde sus playas hasta alturas de 1.129 metros si subimos a las cumbres de la Sierra de Bernia. El tiempo se detiene en sus preciosas calas, disfrutamos de la visión de sus acantilados, nos perdemos por sus rutas naturales por espacios protegidos… Sus huertas nos ofrecen lo mejor que produce esta tierra y nos invitan a cruzar sus puentes para adentrarnos en el pueblo, en sus blancas calles, a ascender hasta el casco antiguo para disfrutar de los increíbles miradores que, orgullosos, muestran al visitante la grandiosidad del entorno en el que se levanta Altea.

Al barrio o arrabal de los pescadores se trazó en torno a la playa en la que éstos varaban sus barcas. En 1945 se construye el puerto y el paseo marítimo.

PARAJE DE ARTISTAS

Desde sus orígenes, muchos artistas han elegido Altea como su lugar preferido de retiro y residencia definitiva, otorgando a nuestra villa un cariz de encanto bohemio. En los años 70 del siglo pasado paseaban por sus calles artistas como Benjamín Palencia o Eberhard Schlotter, que no se resistieron a inmortalizar con su arte los rincones y las panorámicas de las que se habían enamorado. Hoy día el arte sigue vigente en Altea con tanta o más fuerza, con numerosas galerías, muestras de artesanía, fundaciones, diferentes museos o con el Palau y la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Miguel Hernández.